CUANDO LOS PADRES ATEMORIZAN A SUS HIJOS
Cuando los padres atemorizan a sus hijos
Los niños empiezan a tener miedo al primer año de edad por lo regular. Algunos de esos miedos son promovidos por los padres al intentar educarlos o modificar su conducta. En este texto se explica el daño que puede causar a los niños el infundirles miedo y se plantea una alternativa para combatir los miedos.
Miedo provocado
Si no te pones la inyección,
te va a llevar la llorona le dijeron a Jorge Luis cuando era niño, mientras lo
llevaban al seguro a ponerle una vacuna o inyección. Él no recuerda haberse
puesto muy renuente a la inyección; simplemente preguntó por qué se la tenía
que poner y si era en el brazo o no, pero lo peor fue que al poco tiempo
después tuvo un sueño feo y después otro.
Pesadillas
El primero no lo recuerda
mucho, pero cree que vio a la llorona o a la que él cree que era la llorona. El
segundo fue más traumático. Una señora llegó a la puerta de su casa, tocó el
timbre y le dijo a su tía vengo por Jorgito, me lo voy a llevar. El niño corrió
a la habitación y se escondió debajo de su cama. Mientras estaba escondido y rezaba
para que no lo encontraran se despertó con mucho miedo.
Otro día estaba saltando
arriba de su cama y un adulto le dijo: Si no dejas eso el diablito va a venir
en la noche por ti.
Esa noche lo soñó, el
diablito se asomaba por la ventana y le decía: “Soy el diablito saltarín”. Jorge
Luis estaba muy asustado sin importar que el diablito no le hacía nada, sólo
saltaba afuera de la ventana.
Todos estos sueños le
aterrorizaban y lo peor es que todos fueron provocados o al menos permitidos
por sus cuidadores. Tan fácil que era haber cambiado un poco la estrategia. Si el
niño no se quería poner una inyección aun habiéndole explicado que la
necesitaba, podían hacerle entender que había cosas en las que tenía que
obedecer a sus padres e incluso pudieron ponerle algún castigo, pero no era necesario
asustarlo.
Lo mismo debió hacerse
cuando saltó en la cama. Simplemente había que explicarle que la cama no es
para saltar y si no entendía, había otras formas de que modificara su conducta
antes de intimidarlo.
A veces puede parecer útil
para los padres infundir miedo a los niños “por su propio bien”, como cuando se
les dice que no recojan un taco del suelo porque las cosas que se caen al suelo
las besa el diablo, o en casos en los que una acción del niño podría
ocasionarle un daño al mismo infante, como cuando el niño salta en un lugar
donde no debe y su madre le dice si te caes te pego. Sin embargo, muchas veces
es contraproducente, como en los casos vistos al principio.
Mentiras
Para empezar, decir mentiras
a los niños no es la mejor idea. Recuerdo cuando era niño y le pregunté a mi
papá qué tomaba. Mientras sujetaba su cerveza me dijo es coca cola para grandes
y yo me dije a mi mismo: Mi mismo, si la coca cola sabe genial, la coca cola
para grandes debe ser super.
Entonces me dediqué a insistir a mi papá que me
dejara probar la coca cola para grandes. Yo estaba terco, le pedía que me
dejara probarla mientras le jalaba el brazo, hasta que se hartó y me
extendió la botella, le di un gran trago y me supo a rayos, la escupí toda y me
dijo mi papá: ¡Ya ves! ¡Ya estarás contento!
Como dije antes, mala idea
mentirle a los niños. Siempre hay maneras de explicarles las cosas de una
manera que se adapte a su edad. Me pude haber evitado ese trago que supo
terrible así como Jorge Luis se pudo evitar tantos miedos.
Consecuencias de infundir miedo a un niño.
Después de leer cómo le educaban, nada extraño
le parecerá al lector saber que Jorgito dormía con la luz encendida, que cuando
se la apagaban sus padres y se despertaba en la noche, se alteraba mucho, que
tenía miedo de preguntar sus dudas en el kínder, que prefería aguantarse las
ganas de ir al baño antes que pedir permiso a la maestra.
Y no conformes con eso, sus
padres querían apagar la luz de su habitación y hasta llegaban a decirle que era ya grande
como para andar con esas cosas, que nada iba a pasar en la oscuridad, a pesar
que Jorge Luis estaba consciente que la llorona, la señora que sabía dónde
vivía y el diablito saltarín esperaban que fuera de noche para buscarlo.
Para un adulto, infundir
miedo le puede parecer una salida para lograr que el niño se comporte e incluso
si se entera que el niño tiene sueños feos, le puede parecer que no es algo de
cuidado, pero para el niño es algo terrible. Hay que comprender que cerca de
los doce meses después del nacimiento empiezan los miedos en el niño y se dan
más a menudo de ahí hasta los seis o siete años.1
Conforme el niño cumple años, cambian las cosas que le dan miedo y amenazas como las aquí vistas sólo generan
más miedo.
Una cosa es que los niños tengan los miedos normales que los seres
humanos experimentamos y otra que sus cuidadores los fomenten.
Los miedos infantiles suelen desaparecer conforme el niño crece, aunque
algunos duran hasta sus años de adolescente o incluso más lejos. Hay
estrategias que los adultos pueden aplicar para que los niños superen sus
miedos y éstos no evolucionen hasta convertirse en fobias.
Una forma de combatir miedos
infantiles
Una de esas estrategias puede ser combatir el miedo a través de cuentos,
canciones y metáforas, tal como lo han expresado diferentes autores que han
hablado de la posibilidad de educar a través de cuentos de hadas. Uno de ellos
es Bruno Bettelheim, en su libro psicoanálisis de los cuentos de hadas; además
de los autores del primer libro que se presenta en la bibliografía.
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1: Este dato de cuándo
empiezan los miedos es tomado del libro Cómo contar cuentos que curan: Gutiérrez,
Ana. Moreno, Pedro. Los niños, el miedo y los cuentos. Cómo contar cuentos que
curan. (Segunda Edición: Marzo de 2012). [Desclée De Brouwer]
Bibliografía
-Gutiérrez, Ana. Moreno,
Pedro. Los niños, el miedo y los cuentos. Cómo contar cuentos que curan. (Segunda Edición:
Marzo de 2012). [Desclée De Brouwer]
- Bettelheim, Bruno. Psicoanálisis de los cuentos
de hadas. (2013) .[Editorial Crítica]
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